jueves, 13 de enero de 2011


En ese preciso momento, mientras caminaba lentamente por poco cayéndome paso a paso, apareció él. Nunca me iba a esperar que algo como lo que pasó pasara. Pero pasó. En cuestión de segundos, él me había tomado suavemente y llevado al jardín. Intentando sacarme de tal ridículo, pues todos me veían en mi nube de alcohol y diversión destructiva.
Yo lucía un vestido blanco que me llegaba hasta la rodilla. Unas medias negras cubrían mis piernas, y un cinturón verde marcaba mi cintura. Él tenía su típica camisa rosa. La noche contemplaba un cielo estrellado increíblemente iluminado por la luz de la luna. Pero en ese momento nada  importaba, nada importaba más que nosotros dos. 
Yo estaba ida, enloquecida, quería ir a bailar. Él estaba tranquilo, no tenía otra intención más que calmarme con un buen cigarrillo. Sentados en las hamacas del jardín sin fin, comenzamos a fumar. Pero yo estaba tan molesta aquella noche que me tiré al suelo  todo embarrado para que se acueste conmigo a ver las estrellas. Mi vestido blanco no combinaba con el piso lleno de barro, y fue así como él me levantó con la intención de qué vayamos al pasto del parque.
Él se desplomó en el piso tentándome,  luego yo lo copié.
Mi cabeza se encontraba sobre su estómago, pero estaba incomoda. Dando una vuelta, terminé enfrentada a él. Sin pensarlo. Sin pensar en más nada. Me animé a hacer algo que talvez no debería haber hecho, que talvez solo bajo el efecto del alcohol me he animado de hacer. No pasó más de un minuto, pero esos segundos parecieron eternos. Tan eternos como si se tratara de siglos. Sin dudar, lo besé.
Un beso pasó a otro beso. Como otro beso pasó a otro más. Yo estaba descontrolada pero bien conciente de lo que hacía, pues estaba besando a mi mejor amigo de hace 5 años. MI MEJOR AMIGO. Un montón de sentimientos empezaron a surgir en mí. Pero no había culpa. No, queridos, no había ni una pequeña culpa. Sus besos me volvían loca. Solo me preguntaba porque no lo había besado antes.
La noche pasaba y nosotros seguíamos juntos. Beso tras beso. Caricia tras caricia.
Acostados en el rocío de la noche, realmente descubríamos que había algo entre nosotros. Algo muchísimo más fuerte que la amistad.  Algo dentro de mí que me provocaba no querer separarme de él. Algo inexplicable sin  nombre.
Luego de horas que pasaron sin idea alguna del tiempo que pasábamos juntos, nos dimos cuenta de las consecuencias que iba a haber de esto. ¿Qué íbamos a hacer? Nos preguntábamos los dos por dentro.
Finalmente, luego de infinitos besos vacíos de palabras le pregunté que iba a ser de nosotros pasada esa noche de locura y amor. Él sin buscar palabras ni respuestas dijo, bien seguro de sí mismo:
- Yo quiero ser novios.- Las palabras daban vueltas por mi cabeza, y más que nada en mi cuerpo, que a la vez se llenaba de una extrema e infinita alegría. Sin tardar mucho, le respondí:
- Yo también quiero ser tu novia.- sin muchas vueltas, sin dudas, de un segundo a otro pasamos de mejores amigos a novios, empezando con una nueva etapa de nuestra vidas. Mi locura y mi descontrol se habían transformado en locura por amor. Estaba besando al chico que había tenido en frente mío hace años. Besaba al chico con él que había vivido infinitas cosas, pero nunca antes había besado. Ese chico con él que había jugado inocentemente a tantas insignificancias, a ese chico que por años me había hecho reír y llorar. Llorar por ira, enojo y hasta por amor. Sí, había estado enamorada anteriormente de este chico, pero era un amor no  correspondido y por eso olvidado. Ahora, lo estaba besando. Y él a mí. Llena de felicidad por dentro, comenzamos a conversar sobre planes de futuro, ya que hablar de nosotros no tenía gracia si ya lo sabíamos todo. Nos conocíamos plenamente. Nos conocemos plenamente. Y mi amor por él desde esa noche hasta ahora no ha cambiado, evolucionado talvez, pero sigue de fuerte y aún más hasta ahora.
Debemos decir que nunca me he sentido de esta manera. Estoy enamorada. Fielmente enamorada. Cruel, honesta, apasionada y locamente enamorada. 

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