Estaba sentada ahí, en ese lugar luminoso. Y ella lloraba.
La más linda de todas. Aquella que camina y todos caen muertos.
LA chica. La que tiene todo y hace todo. Y sin embargo no es feliz.
Porque caemos siempre en el error de creer que su sonrisa es verdadera.
Porque no nos damos cuenta que le duele cada centímetro del cuerpo.
Que por ser la más linda se siente sola. Y que por verla como la vemos
La más linda de todas. Aquella que camina y todos caen muertos.
LA chica. La que tiene todo y hace todo. Y sin embargo no es feliz.
Porque caemos siempre en el error de creer que su sonrisa es verdadera.
Porque no nos damos cuenta que le duele cada centímetro del cuerpo.
Que por ser la más linda se siente sola. Y que por verla como la vemos
todos pensamos que su seguridad amortigua los insultos.
Se siente más sola que nadie. Incluso cuando esta rodeada de gente.
Su dolor me dolía como propio. Era la primera vez que la veía llorar.
Lloraba como si nunca lo hubiera hecho. Y no dejaba de refregarse los ojos
Se siente más sola que nadie. Incluso cuando esta rodeada de gente.
Su dolor me dolía como propio. Era la primera vez que la veía llorar.
Lloraba como si nunca lo hubiera hecho. Y no dejaba de refregarse los ojos
e intentar recuperar la compostura.
Me enojé. Me enojé con los que la hacían llorar. Con los que la insultaron,
Me enojé. Me enojé con los que la hacían llorar. Con los que la insultaron,
los que la hicieron creer menos. Me enojé con todos aquellos a los que ella
pidió perdón. Me enojé conmigo misma. Sentí que la vida había sido tan
injusta con ella que le daba derecho a romper cabezas. Pero no. A pesar de
tantos golpes, ella sigue pensando que el resto tiene razón.
por Delfina Zabaleta
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