Una atracción inexplicable me movía el cuerpo, como el instinto de un insecto que lo lleva hacia la luz. Un magnetismo que me prohibía desviar la mirada. La luna llena me había hechizado a su manera, ya no había vuelta atrás.
Una brisa movía mi pelo y erizaba mi piel. Una brisa suave de verano con el perfume de la noche y de cigarrillo. Soledad inmensa y preciosa. Los pinos altos se deslizaban, danzando con una música silenciosa y secreta. El sonido de un lugar especial, olvidado con los años. Lugar deshabitado.
Hermoso. Y yo, sola. Encantada de tanta soledad y felicidad.
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