miércoles, 23 de noviembre de 2011

Juego peligrosos

Pensé que había renunciado a este juego. Pensé mal, muy mal pensé que ya no lo jugaba más. Que había dejado de pasar la pelota. Pero lo sigo, y no entiendo por qué. Parece que todas mis quejas acerca de los pelotazos recibidos no me hicieron entrar en razón todavía. Intento arrojarla al piso, dejarla que pique sola, y termine olvidada en el salón de juegos.
Pero cada vez que la miro, me atrae unirme al juego. Veo como mi contrincante me seduce, me burla, me atrae a jugar contra él. Tratar vencerlo, pero en el fondo sé como termina este juego. Y siempre es igual, después de muchos pelotazos, me derriba. Me vence suavemente. Y él se retira victorioso.
De todas maneras, no se sabe quién es el más fuerte, porque su adicción por este juego, lo vuelve estúpido y esta es mi ventaja. El problema es sino me estoy volviendo adicta yo también.
Absurdo sería, porque estamos diciendo que me estoy volviendo adicta a los golpes, y a las derrotas. No es digno en mí algo de este estilo.

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