Momentos en los que te paralizas, pensando. Analizando situaciones, circunstancias (para no denominarlas problemas). Te sentís perdida. Pensás y volvés a pensar. Tal vez llegas al punto de maquinarte, de carcomerte la cabeza. Y cuando empezás de nuevo, ves que no descifraste nada. No sirvió absolutamente de nada. Los problemas los seguís teniendo y no pudiste separar que es lo que querés de lo que no. Y te asustas.
Te preguntas qué es mejor: tener una sombra vacía que antes la ocupaba un gran amor, un gran amigo, o tenerlo a tu lado, jugando con tus sentimientos. Vacilando entre tu tentación y en la provocación cruel de más heridas marcadas en tu piel. Tal vez de la sombra negra, por más que duela verla, te puedas acostumbrar, porque sería un dolor que no cambia, no crece ni te choca la frente. Un dolor constante al que uno deja de prestarle atención.
Pero escuchar lo que tiene para decir, es abrir tu corazón para mejorar tu situación. Ya lo perdonaste pero eso no significó para nadie que lo hayas olvidado por completo dentro de tu corazón. Sólo tu interior conoce lo que sentís por él. Esa persona que tanto te lastimó, esa persona que desgarro con tu humanidad. Sin sobras para el resto.
Te preguntas si sos igual a él, después de lo que vos hiciste. Acto secreto pero que no te libera de la culpa por estar escondido entre las palabras de los que juegan en este circulo vicioso llamado vida, por el contrario, su secreto te hace sentir peor. Sucia e hipócrita.
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