Por primera vez, entendí lo que esos ojos querían decir. Entendí lo que esas palabras intentaban, a gritos, poder expresar.
Por primera vez, logré ver ese movimiento de manos como un nerviosismo propio del miedo. Un terror a pisar en falso.
Por primera vez, supe sentarme en esa silla oxidada y observar desde su lugar. Supe comprender sus leyes como un símbolo de amor.
Pero no por primera o última vez, reflexioné acerca de los límites de aquellas reglas. Reflexioné, aún más, en las consecuencias de cumplirlas o contradecirlas.
-"Sabes lo que es poner todos tus proyectos en una pequeña figurita? Sabes lo que es realmente enseñarle a caminar, a hablar, a comer...? Festejarle todos sus cumpleaños, darle regalos... ? Ver crecer a una dulce personita y tratar de darle todo para que sea feliz...? Y, saber que tan sólo con UNA mala decisión se puede arruinar la vida?"- Mientras él me hablaba, yo me había perdido en sus palabras. Miraba su rostro, sus gestos y por primera vez, entendía honestamente lo que ese padre sentía por dentro.
-"Hoy en día, te tomaste un par de copas, lu, saliste con el auto y chocas y.. TE MATAS. Chau vida. Y desperdicias todo por una mala decisión. Y mira que decisión tan benigna! Hay decisiones, lu, que van a cambiar tu vida y tenes que ser consciente de eso..."- Estaba dura. Sus palabras tan directas me habían dejado muda. Tenía completamente la razón. Pero, ¿eso significaba vivir con miedo? ¿ser una especie de Hamlet que nunca logra descifrar "si es o no es"? ¿Hasta qué punto la libertad termina y comienza a convertirse en libertinaje? ¿Hasta que punto las decisiones valen la pena tomarlas y llevarlas a cabo? No se puede vivir con miedo, pero tampoco siendo ignorante...