Un paño blanco compuesto de nubes de algodón, forman el telón a este preciado ballet que la madre naturaleza dirige. La ciudad se esconde cuando éste da por comienzo. Y en aquella soledad, me pierdo entre sus pasos cuando ella baila. La magia que provoca en los cielos se trasmite dulcemente por el aire. Mientras yo admiro su destreza, su túnica blanca envuelve todo lo que nos rodea, como un velo hecho de agua. Su extraño aroma cautiva mis sentidos; un perfume a árbol lavado, a tierra mojada.
Me alegro al verla con tanta energía danzar al movimiento del viento. Los árboles siguen sus pasos al ritmo del agua en este juego a ser uno. Ella se deja llevar por la brisa, bailando desesperada, llenando cada espacio con su aura. Se la puede escuchar cantar a través del viento. Con su dulce voz susurra secretos. Suspira.
Al mirar a sus ojos azules, profundos como un abismo celestial, uno puede ver el infinito. Algunos le tienen miedo, otros la veneran. Algunos se esconden de su mirada, otros no pueden dejar de mirarla y escucharla cantar. Se enamoran de su voz, y del sonido que provocan sus gotas al tocar el suelo. Se enamoran bajo sus brazos, se enamoran de ella y con ella. Mientras ella, suavemente, te toca y te mira; lleva a cabo lo mejor que sabe hacer, una coreografía sobre el agua.
Ella, tan dulce, llora por todos. Ella baila, tan suave, mientras nosotros dormimos. Que linda es ella… La bella dama del agua.