Ella, dulce como el viento. Él, un amante inevitable.
Era tarde. Ya los ojos le ardían del sueño pero no podía cerrarlos. Estaba hipnotizado. Enamorado de aquella preciosa mujer que yacía semidesnuda acostada a su lado. Él apoyado sobre sus codos, le besaba la espalda suavemente mientras un haz de luz del amanecer entraba por aquella persiana cerrada. Lentamente besaba cada parte de ese cuerpo precioso de tez blanca y perfecta. Lentamente miraba apreciando ese momento tan fugaz y hermoso.
Mientras él sólo podía pensar en cuánto amaba a esa mujer que dormía dulcemente a su lado, su querida Serena. Se creía tan feliz junto a ella, pero sólo quería llorar. Un sentimiento desastroso que le envolvía el cuerpo y el alma. Quería morir al recordar aquel día en el que ella se acercó a contarle lo peor que había podido escuchar en su vida. Él creía que con la expresión de su rostro ella lo iba a dejar. Creyó que podía ser lo peor que le sucediera, pensó que podía ser lo peor que saliese de esos labios tan perfectos. Pero no, era aún peor.
Ella le comenzó a contar poco a poco su visita al médico. Y mientras ella lloraba desesperada, redactaba su conversión con aquel profesional. Contaba acerca de los resultados de aquellos estudios. Él escuchaba todo pero no podía mirarla, sus ojos se habían quedado en el movimiento que realizaban sus manos, no podía prestarle atención. Las palabras "expectativas de vida", que revelaban una realidad de 6 meses como mucho un año, junto con un "tumor cancerígeno", lo hicieron caer en un abismo en el que sólo se encontraba él mismo. Creía que el que iba a morir era él. No podía ser. Tenían que estar equivocados. Ella era tan perfecta, no podía irse. Él la amaba perdidamente y no podía salvarla. Esa sensación lo volvía loco.
Y ahora, ahí estaba, junta a ella, besándola mientras dormía tan pacíficamente. Desde la noticia, él no había podido pegar un ojo de noche. Tenía pesadillas terribles que le hacían revolver el estomago. Miedo a perderla. No quería ni imaginar lo que va a ser su vida después de... No quería pensarlo pero siempre venía a su mente ese recordatorio asqueroso, quitándole todo la felicidad que pudiese tener.
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